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Mauricio Ayala

Los días para Mauricio inician temprano con o sin COVID-19, la única diferencia es que anteriormente se levantaba un poco más temprano para preparar el desayuno de su hija, antes de que la ruta escolar la recogiera. Algunas cosas en la vida de este hombre no han cambiado, en medio de la situación atípica que se vive en estos momentos sigue intacta la taza de café bien cargado para empezar el día, también el beso en la frente a sus dos hijos antes de salir de casa, y el aventón que le da a su esposa hasta su lugar de trabajo o, en su defecto, hasta un lugar donde pueda tomar transporte fácilmente.

 

Mauricio sube a su taxi, esta vez las camisas manga larga y con figuras en patrones, que lo caracterizan, están cubiertas con un traje antifluidos. Ahora existe una barrera que lo aísla completamente de los pasajeros que transporta en su vehículo, con quienes solía entablar largas conversaciones para sobrellevar el tráfico bogotano. Las visitas a estaciones de servicio se volvieron más frecuentes, esto con el fin de lavar sus manos más seguido. Este taxista también tuvo que prescindir de pequeños placeres, como comer alguna empanada con abundante ají, con el propósito de reducir al máximo su contacto con alimentos de los que desconoce su cadena de preparación.

 

Mauricio sabe que su labor implica mayor riesgo y, por ende, mayor cuidado. Realiza limpiezas frecuentes a superficies como puertas, cinturones de seguridad, radio y barra de cambios, e intenta buscar, constantemente, puntos de desinfección, ya que la empresa a la que está vinculado el vehículo no ofrece este tipo de servicios. Él se suma a las peticiones de su gremio, que solicita a las empresas de Transporte Público Terrestre Automotor Individual de Pasajeros en vehículos taxi, brindar a los conductores las garantías de limpieza y desinfección requeridas para evitar la propagación del COVID-19, tal y como se enuncia en el artículo 13 del  Decreto Distrital 093 de 2020.

 

Mauricio continúa siendo el último de los miembros de su familia en llegar a casa, generalmente sobre las nueve de la noche. Él retorna a su vivienda con la tranquilidad de seguir, al pie de la letra, todas las recomendaciones para evitar contagios de COVID-19. Permanece sereno porque sabe que está haciendo todo lo posible por no llevar el virus a casa, además, cuenta con una protección extra que no permite que ningún mal se acerque a su hogar, la fe que profesa.

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