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Marcello Castellana

El trabajo informal suele tener contras y, en el momento en que el virus apareció, aún más. Marcello es un joven de 25 años que trabaja en lo que lo hace feliz, diseñar y tatuar cuerpos. Él realizaba trabajos diariamente sin llevar una rutina, porque, por tener un trabajo como este,  no tenía su horario establecido, sino que se manejaba por citas. Él, como muchos colombianos,  no imaginó que su trabajo se estancaría por un virus y mucho menos por un aislamiento obligatorio.

 

Solía compartir con sus amigos en la estación de tren de Cajicá, allá practicaba BMX y conocía nueva gente que pronto se convertirían en sus clientes. Nunca le fue mal trabajando, claramente, como en todo,  habían días buenos y días malos, pero su economía nunca se había visto en decadencia como ahora.

 

La vida personal de él se ha visto afectada también por el confinamiento, no estaba acostumbrado a estar en su casa, por momentos suele estresarse de estar siempre en el mismo lugar, aunque, por el tema de su economía,  ha tenido que salir a tatuar a domicilio y siente que por hacer esto puede estar más expuesto al virus y tendría más probabilidades de contagiarse. Marcello rata de tener todas las medidas de bioseguridad y de solo tener contacto con el cliente y no con nadie de la familia de ellos o de otras personas.

 

Tiene el estudio de tatuajes en su casa, pero, por seguridad, prefiere salir a tatuar a las casas de sus clientes. Marcello necesita tener un sustento diario para poder sobrevivir, ya que él no vive con su familia y necesita hacerse cargo de todos sus gastos y de comprar todo lo que necesita para su trabajo.

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