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Carlos Quintana

Carlos es una de las tantas personas que cuenta con un trabajo informal, él es tatuador y no tenía una rutina establecida, se regía por las citas que algunos de sus clientes le confirmaban en la semana. Él vive con su novia en la localidad de Kennedy, una de las más afectadas por los contagios de COVID-19. Desde que inició el confinamiento se vio obligado a cerrar su local y empezó a tener perdidas económicas grandes, ya que sin trabajo tenía que seguir pagando el arriendo del local.

La preocupación que ronda en su cabeza es el sustento económico, ya que estos tiempos son difíciles y sin clientes no se puede hacer nada. Carlos empezó a estudiar inglés para poder ser contratado en un call center, pero, hasta el momento, no ha tenido suerte y tuvo que optar por empezar a tatuar a domicilio o que sus clientes vayan a su casa. Los gastos en los servicios públicos han aumentado, debido a que su novia y él pasan todo el día en la casa.

Extraña compartir tiempo con su familia y amigos, ha sido un poco complicada la convivencia en pareja, ya que muchas veces no hay nuevas cosas para contar y el encierro produce ansiedad, este tipo de emociones suelen traspasarse a las personas que están alrededor, así como lo menciona Sergio González, psicólogo de Profamilia, él afirma que no hay nada más contagioso que una idea, en ese sentido, si una persona siente ansiedad y sus estrategias de afrontarla no son las adecuadas, puede cargar con su ansiedad a otros y hacer que la adopten como propia, por medio de mecanismos inconscientes.

Carlos sabe que esto es algo a lo que debe acostumbrarse y que pronto podrá volver a trabajar, no como antes, pero si con todos los mecanismos de bioseguridad.

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