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Armando Ávila

Armando es una de las tantas personas que dependen del producido diario para poder llevar un sustento económico a su casa. Según un informe de Bogotá Cómo Vamos, se estima que en la ciudad circulan 50.515 taxis y que hay alrededor de 68.000 conductores. Ellos, en su mayoría, se han visto afectados económicamente por la crisis causada por el COVID-19.

 

Cada mañana, al salir a trabajar, Armando Ávila debe lidiar con la angustia de dejar solas a sus tres hijas, más aún sabiendo que el bienestar de ellas depende de los pocos o muchos ingresos que pueda generar ese día. “Vivir al diario no es fácil y menos cuando se es mamá y papá a la vez”, recalca Armando.

 

La preocupación por el bienestar de su familia y por estar más expuesto a contagios por su oficio, se suma a la angustia que le genera saber que, sin haber recolectado la cuota diaria, ya se acercan las seis de la tarde y es hora de entregar el producido del día a los propietarios del vehículo en el que labora.

 

La jornada se desarrolla en medio del estrés que genera tener más de cinco aplicaciones y que ninguna suene, aprovecha los espacios sin pasajeros para hacer una limpieza de rutina, haciendo uso del alcohol y gel antibacterial, que se han convertido en una herramienta indispensable en el desarrollo de su labor. En medio del panorama desolador, que se combina con el frío clima de la capital, Armando y sus colegas se reúnen en iniciativas denominadas Merkatón, con el fin de mostrar su solidaridad con compañeros a quienes los dueños les han pedido los carros.

 

Al terminar la jornada Armando regresa, con algo de resignación, a su casa, ya que el trabajo, como se volvió costumbre en los últimos meses, no estuvo bueno. Antes de ingresar a su vivienda realiza los protocolos de desinfección en su vehículo, con la aplicación de alcohol en todas las superficies con las que tiene contacto, posteriormente, se retira la ropa e ingresa directamente a la ducha. Con la tranquilidad que le genera ver la sonrisa de sus hijas, se recarga para continuar recorriendo calles desoladas en busca de alguien que requiera el servicio que él brinda, y con la esperanza de que los gobernantes o las empresas se solidaricen con la situación.

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